martes, 12 de enero de 2010

No dar el alma sino a quien me la roba.-


Y no parar de viajar del invierno al verano, de Madrid a New York, del abrazo al olvido, dejarte entre tinieblas escuchando un ruido de tacones lejanos.
Encontrar la salida de este gris laberinto sin pasion ni pecado ni locura ni incesto, tener en cada puerto un amante distinto, no gritar ¿que he hecho yo para merecer esto?

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