viernes, 21 de noviembre de 2014

Cada ser humano debería ser un investigador.



Cuando a un niño Ud le pregunta qué quiere ser cuando sea grande, ninguno responde Empresario o Abogado. Probablemente muchos respondan “Astronauta”, “Veterinario” u otras profesiones por el estilo. Probablemente también algunos respondan Policía o Bombero, o aun Maestro o Jardinero. El niño no está pensando en el salario, ni en lo que tiene que estudiar, ni siquiera sabe el alcance de sus palabras, -pero lo preguntamos igual y ellos nos responden gracias a nuestra pésima costumbre de clasificar cosas y personas por igual, por rubros.- sin embargo, quiere ser eso: Porque explorar el espacio, esa gran masa desconocida debe ser una grandiosa aventura, porque los animales son fascinantes y quiero entender su mundo, porque los policías y los bomberos ayudan a la gente y no hay nada más noble en este mundo que ayudar, porque enseñar y cuidar deben ser actos de amor y entrega y esos actos son los mejores del mundo. 
Todos los niños quieren explorar. Son curiosos, experimentan, les fascina el mundo, pero la escuela de hoy en día se centra en llegar al resultado correcto y se deja de lado el proceso, LOS procesos; es como si quisiera sacar del mapa el razonamiento individual y la cooperación colectiva a través de prácticas competitivas y regulatorias.
El bien más escaso y más valorado es el CONOCIMIENTO. Es el que guía los destinos del mundo y del dinero. Todo ser humano tiene, como necesidad innata, cultivarse: CONOCER. Entender de algún modo el mundo que los rodea.
No es lo mismo cultivarse y aprender que educarse. La educación es masiva y por tanto no es completa, o no es apropiada más que para crear hombres y mujeres a partir de un molde. Como todo, para acceder a ese aprendizaje “Premium” hay que pagar, y no en forma de arancel sino en base al patrimonio.
Por eso, es cierto que quién controla la educación controla el mundo.
La educación del lenguaje debe ser un punto principal en la escuela del mañana. Ahora mismo, a los niños se les enseña a operar en un lenguaje que no conocen. ¿Se imagina Ud. que alguien intente enseñarle a manejar hablándole en alemán? Lo lógico sería que usted aprenda alemán primero, ¿no? Bueno, es así como funciona la enseñanza de la matemática para un niño de seis años.
Imagínese ahora que al niño puede descubrir el significado de contar. Que no es una secuencia de nombres raros y arbitrarios que hay que saber de memoria, sino que entiende que representan ese cinco y ese tres cuando suman ocho. Dejar que el niño descubra es un camino apasionante, porque puede llevarnos a darnos cuenta de un montón de cosas que pudimos haber pasado por alto u olvidado.
La escuela del mañana es una escuela que permite que las respuestas se encuentren cuando se formulan las preguntas, cuando el interés genuino del niño acompaña su pasión y lo lleva inevitablemente a buscar técnicas, procesos y métodos para llegar a alguna solución, adquiriendo, en el camino, muchos conocimientos únicos e irrepetibles que forman parte de su crecimiento como personas.
La escuela debería ser un estímulo y no una obligación, un estímulo que sea motor de la curiosidad, que responda a las ganas de investigar, de explorar, de conocer, de entender una parte más de este inmenso mundo, inmenso cielo, inmensa vida.
Porque todos deberíamos ser un poco docentes y porque los niños, cada persona que se quede un rato más que nosotros en este cosmos debería tener la chance de ser quien quiera ser para mejorar los destinos de este mundo.

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