-¡A la carga!
Una voz beligerante e inesperadamente familiar me había despertado del mediosueño para sumirme de lleno en el sueño entero. Asúmase un hermoso pasillo oscuro, una hoja, y eco de gritos al final. Seguía yo caminando como hipnotizada atraída por el manantial de imágenes que recordaba a cada paso.
Una sensación como las de antes me invadió el estómago, los pulmones y finalmente se estancó en el cerebro: algo que me decía que aun no había encontrado lo que me propuse desde que llegué al mundo; algo que estaba planeado sería para mí desde el principio mismo de los tiempos. La sensación se hizo cada vez mas fuerte y una vez más me vi caer al suelo mientras todo se iluminaba a mi alrededor. Estaba en el centro de un circulo asombrosamente místico y por lo tanto imposible de entender para mi. Y respiraba.
Gracias a Dios resiraba.
Atormentada, mirando alrededor con la oscuridad todavia guardada en la retina, sin darme cuenta me desizaba hacia uno de los extremos de piedra, sintiendo la sed que no pretendia calmarse.
-Hoy voy a encontrarlo- me dije a mi misma. -Hoy voy a saber de qué se trata.
Asumí que estaba sola y traté de incorporarme. Se hacía de noche, y yo no había superado el pánico; no quería largarme a llorar. Me senté en uno de los bancos de piedra, comenzaba a tener frio. Frio y miedo. Pánico.
Las ganas eran demasiado fuertes. La sensación no desaparecía.
Cuando por fin me vencieron, me sumergí en un llanto incontrolable, forzando a mis brazos a que me abracen, mordiendo mis manos para no gritar. El miedo no dejaba que me enfoque en otra cosa mas que en la sensación, en la oscuridad y en la soledad.
Cerré los ojos, me mantuve así unos segundos intentando cantar, pensar en algo más, pararme, caminar, encontrar algo de luz.
Cuando volvi a abrirlos, un sentimiento de calidez me había invadido. Me sentia segura, sin miedo.
-Gorda, ¿estás bien?- Me preguntó él preocupado.-Dabas muchas vueltas en la cama y pensé que habías tenido una pesadilla.
La sensación iba desapareciendo, pero no podía hablar. Tomé del vaso de agua de mi mesita de luz y traté de tranquilizarme. Otra vez había dormido demasiado tapada y volaba de fiebre.
-Estoy bien, -le dije - volvé a dormir. -Y lo besé.-
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