"No señor, no he votado en blanco, pero si lo hubiera hecho estaría tan dentro de la ley como si hubiese votado a cualquiera de las listas presentadas o anulado el voto con la caricatura del presidente, votar en blanco, señor de las preguntas, es un derecho sin restricciones, que la ley no ha tenido más remedio que reconocerle a los electores, está escrito con todas sus letras que nadie puede ser perseguido por votar en blanco, en todo caso, para su tranquilidad, vuelvo a decirle que no soy de los que votaron en blanco, esto es hablar por hablar, una hipótesis académica, nada más." En una situación normal, oír una respuesta de éstas dos o tres veces no tendría especial importancia, apenas demostraria que unas cuantas personas en este mundo conocen la ley en que viven y hacen hincapié en que se sepa, pero verse obligado a escucharla, imperturbable, sin parpadear, cien veces seguidas, mil veces seguidas, como una letanía aprendida de memoria, era más de lo que podía soportar la paciencia de alguien que, habiendo sido instruido para un trabajo de tanta responsabilidad, se veía incapaz de realizarlo.
Los informes que los agentes transmitían a la central de operaciones eran desalentadoramente magros de contenido, ni una única persona, una sola, habla confesado votar en blanco, algunas se hacían las desentendidas, decían que otro
día, con más tiempo, hablarían, ahora tenían mucha prisa, iban a cerrar las tiendas, pero los peores eran los viejos, que el diablo se los lleve, parecía que una epidemia de sordera los habla encerrado a todos en una cápsula insonorizada, y cuando el agente, con desconcertante ingenuidad, escribía la pregunta en un papel, los descarados decían o que se les habían roto las gafas, o que no entendían la caligrafía, o simplemente que no sabían leer.
-José Saramago, Ensayo Sobre la Lucidez.
Y hubo tal silencio el día que nos tocaba olvidar, que de tal suerte yo todavia no terminé de callar.
viernes, 30 de julio de 2010
No voté en blanco, pero si lo hubiera hecho...
Claves secretas:
Libros que cayeron en mis manos
miércoles, 7 de julio de 2010
Si el recuerdo se va, y ya no ríe conmigo...
-Tengo unas ganas inmensas de pedirte que te quedes.- Dijo Milagros por fin, con los ojos empapados en lágrimas- Pero se que va a ser inutil, Francisco.
Francisco estaba ardiendo por dentro, tal y como había sido la primera vez que la vio, entrando por la puerta grande de aquel piso doce frente a Puerto Madero. Pero no dijo nada.
-No te voy a pedir que te quedes con la boca.- Prosiguió ella. -Pero bien sabés que mi corazón no puede desear otra cosa. Porque todos somos egoistas.Por que si, como estas pensando, mi ultimo deseo es que te quedes a verme morir.
Francisco comenzó a respirar más dificultosamente, tratando de tragar el nudo que se le había formado entre el alma y la garganta ante tal suposición. La morena no le daba espacio a réplica y aunque se lo hubiera concedido, él no sabría que contestar. Estaba partiendo. Tomando un avión hacia su futuro, colocando el pasado integro en un baul, la rubia, la tentativa, la puerta, el beso, el mito, la verdad, la ilusion, el desengaño, el amor de su vida.
-No quiero que te mueras.
-Ni yo quiero morirme.-Contestó Milagros.-Pero así fue la baraja. Yo me voy a morir irremediablemente, todos nos vamos a morir irremediablemente, con la unica diferencia de que yo lo voy a hacer antes de los 30 años.
Francisco estaba ardiendo por dentro, tal y como había sido la primera vez que la vio, entrando por la puerta grande de aquel piso doce frente a Puerto Madero. Pero no dijo nada.
-No te voy a pedir que te quedes con la boca.- Prosiguió ella. -Pero bien sabés que mi corazón no puede desear otra cosa. Porque todos somos egoistas.Por que si, como estas pensando, mi ultimo deseo es que te quedes a verme morir.
Francisco comenzó a respirar más dificultosamente, tratando de tragar el nudo que se le había formado entre el alma y la garganta ante tal suposición. La morena no le daba espacio a réplica y aunque se lo hubiera concedido, él no sabría que contestar. Estaba partiendo. Tomando un avión hacia su futuro, colocando el pasado integro en un baul, la rubia, la tentativa, la puerta, el beso, el mito, la verdad, la ilusion, el desengaño, el amor de su vida.
-No quiero que te mueras.
-Ni yo quiero morirme.-Contestó Milagros.-Pero así fue la baraja. Yo me voy a morir irremediablemente, todos nos vamos a morir irremediablemente, con la unica diferencia de que yo lo voy a hacer antes de los 30 años.
Claves secretas:
Dioses tiritando,
Todo concluye al fin
martes, 6 de julio de 2010
De vuelta a la Ficción (por fin!)
El último que le ofreció un café con la excusa de que estaba muy concentrada en lo que estaba escribiendo se llamaba Germán e iba muy bien acompañado por dos apellidos demasiado altisonantes. Ella lo miró por sobre su hombro derecho y comentó:
-No me gusta que lean lo que escribo mientras lo hago.
Sonriendo, el se disculpó, y presentándose, se sentó junto mientras ella cerraba el portátil devolviéndole la sonrisa.
-Soy Germán Alvear Anzorena, y soy Investigador Privado.-Dijo él.
-Por suerte hace unos meses me alejé de la ilegalidad- Respondió Constanza sin borrar su sonrisa- Y me llamo Constanza Galeano.
Mas adelante, esa tarde, se enteró que en realidad era un Medico Cardiólogo con mucho sentido del humor, que había nacido en San Isidro y era dueño de una estancia, regalo de los mismos que le donaron tales apellidos en su ciudad natal. Pretendía, además, ser empresario, pero tenía muy poco tacto para los negocios. Tocaba el violín en sus ratos libres, fruto de una educación casi eclesiástica impartida por Doña Pilar Anzorena, madre y tutora.
Se vieron un par de veces mas, gracias a la pura casualidad antes de que el se anime a invitarla a salir, como quien no quiere la cosa, a un bar temático.
-Si supiera como vestirme…- Dijo, intentando evitar la cita.
-Ese punto no es el más importante, creeme.- Le respondió él, apelando siempre a su humor espontáneo.
Las siguientes salidas fueron igual de amenas que la primera. Era un hombre sencillo, educado y galante, sonreía siempre e intentaba que la gente a su alrededor también se sintiera bien. La buscaba los viernes y la llevaba a cenar, o ella lo invitaba a ver películas y cocinaba para él; o la llamaba cuando estaba de guardia esos días, hasta que un viernes cualquiera la invitó a conocer su casa en San Isidro.
-Mis viejos te van a adorar- Le decía, mientras manejaba. –Si les sonreís con esa carita hermosa te van a adorar, creeme.
Casi no habló en todo el camino. Intuía que Germán no conocía lo suficiente a los padres y que su excelente relación se podía transformar en un infierno de un momento a otro.
Leandro Torcuato Alvear era un estanciero de ley, simpatico y familiero, con la misma sonrisa de lado del hijo menor, y no tardó en darle un abrazo cálido de bienvenida cuando lo encontraron acariciando un potrillo tostado cerca de la tranquera de la estancia.
-Esta es tu casa hija.
No pasó lo mismo con Doña Pilar. Cuando llegaron a la casa, estaba en pleno rezo del rosario. Germán detuvo a Constanza con el brazo y luego, para disimular, la abrazó. Sus misterios duraron una eternidad. Tanto, tanto duraron que hasta Dios se aburrió un poco. ‘Adrede’ pensó Constanza y, otra vez, no se equivocaba.
Pilar Anzorena se levantó con parsimonia e hizo la señal de la cruz. Luego los miró.
-¡Hijo!- Suspiró- pensé que nunca más vendrías.
-¡Como te gusta exagerar, mamá!- Le respondió él con ternura.- Ella es Constanza, la mujer de la que tanto te hablé. La invité a pasar unos días.
La miró y les preguntó si habían esperado mucho y que no se había dado cuenta de que la estaban esperando en el umbral, sino ‘hubiera hecho esperar a Dios’. Después de haber dicho eso se persignó y murmuró ‘perdón Dios, perdón.’
Acto seguido la saludó con un beso, dijo que estaba muy ocupada y se fue.
-Es así con todos al principio- le aseguró Germán.
A la mañana siguiente, acostumbrada a la rutina del hospital, Constanza se levantó a las siete, y mientras iba a la cocina, Doña Pilar la interceptó.
- Constanza Galeano.-Ella la miró- No conozco ningún Galeano. La verdad, si alguna de mis amigas se apellida así, seguramente se casó bien y se lo cambió por el del marido para que no se note.
Aunque era su casa, Constanza no iba a quedarse callada.
-Noto que la sutileza no es una de sus escasas virtudes.
-No… Soy bastante frontal. Cuando Germán me hablaba de vos no pensé que me traería una sirvientita, pero ya ves. Alguien tiene que lavar los platos.
Constanza le dedico una sonrisa.
-Por supuesto señora, hay quienes nacemos para lavar platos y hay quienes, como usted, nacen infelices e intentan transmitir su miseria a gente que no le interesa en lo mas mínimo.
Cuando Doña Pilar estaba por retrucar, Constanza estaba camino a la habitación a recoger sus cosas. Armó su bolso, y cuando estaba por irse, besó a Germán en los ojos y le dijo ‘me voy, cariño.’
Ese fue el último que se le atrevió, un par de meses antes.
Luego la siguió y ella, por toda explicación dijo:
-Ella es tu mamá, vida, las madres siempre saben lo que es mejor para sus hijos.
Y cuando él insistió, ella le ofreció su amistad incondicional
-Puede que cuando tenía dieciséis sí, pero ahora como que se me complica estar con alguien cuando la familia no me banca y mi novio tiene que desafiar la autoridad materna para verme, es como que se me complica el hecho de que si me llego a casar con vos, voy a tener una hermosa cara de culo en frente a mi en todas las reuniones. Sin embargo, no quiero perderte como amigo, porque como persona vos sos excelente.
-No me gusta que lean lo que escribo mientras lo hago.
Sonriendo, el se disculpó, y presentándose, se sentó junto mientras ella cerraba el portátil devolviéndole la sonrisa.
-Soy Germán Alvear Anzorena, y soy Investigador Privado.-Dijo él.
-Por suerte hace unos meses me alejé de la ilegalidad- Respondió Constanza sin borrar su sonrisa- Y me llamo Constanza Galeano.
Mas adelante, esa tarde, se enteró que en realidad era un Medico Cardiólogo con mucho sentido del humor, que había nacido en San Isidro y era dueño de una estancia, regalo de los mismos que le donaron tales apellidos en su ciudad natal. Pretendía, además, ser empresario, pero tenía muy poco tacto para los negocios. Tocaba el violín en sus ratos libres, fruto de una educación casi eclesiástica impartida por Doña Pilar Anzorena, madre y tutora.
Se vieron un par de veces mas, gracias a la pura casualidad antes de que el se anime a invitarla a salir, como quien no quiere la cosa, a un bar temático.
-Si supiera como vestirme…- Dijo, intentando evitar la cita.
-Ese punto no es el más importante, creeme.- Le respondió él, apelando siempre a su humor espontáneo.
Las siguientes salidas fueron igual de amenas que la primera. Era un hombre sencillo, educado y galante, sonreía siempre e intentaba que la gente a su alrededor también se sintiera bien. La buscaba los viernes y la llevaba a cenar, o ella lo invitaba a ver películas y cocinaba para él; o la llamaba cuando estaba de guardia esos días, hasta que un viernes cualquiera la invitó a conocer su casa en San Isidro.
-Mis viejos te van a adorar- Le decía, mientras manejaba. –Si les sonreís con esa carita hermosa te van a adorar, creeme.
Casi no habló en todo el camino. Intuía que Germán no conocía lo suficiente a los padres y que su excelente relación se podía transformar en un infierno de un momento a otro.
Leandro Torcuato Alvear era un estanciero de ley, simpatico y familiero, con la misma sonrisa de lado del hijo menor, y no tardó en darle un abrazo cálido de bienvenida cuando lo encontraron acariciando un potrillo tostado cerca de la tranquera de la estancia.
-Esta es tu casa hija.
No pasó lo mismo con Doña Pilar. Cuando llegaron a la casa, estaba en pleno rezo del rosario. Germán detuvo a Constanza con el brazo y luego, para disimular, la abrazó. Sus misterios duraron una eternidad. Tanto, tanto duraron que hasta Dios se aburrió un poco. ‘Adrede’ pensó Constanza y, otra vez, no se equivocaba.
Pilar Anzorena se levantó con parsimonia e hizo la señal de la cruz. Luego los miró.
-¡Hijo!- Suspiró- pensé que nunca más vendrías.
-¡Como te gusta exagerar, mamá!- Le respondió él con ternura.- Ella es Constanza, la mujer de la que tanto te hablé. La invité a pasar unos días.
La miró y les preguntó si habían esperado mucho y que no se había dado cuenta de que la estaban esperando en el umbral, sino ‘hubiera hecho esperar a Dios’. Después de haber dicho eso se persignó y murmuró ‘perdón Dios, perdón.’
Acto seguido la saludó con un beso, dijo que estaba muy ocupada y se fue.
-Es así con todos al principio- le aseguró Germán.
A la mañana siguiente, acostumbrada a la rutina del hospital, Constanza se levantó a las siete, y mientras iba a la cocina, Doña Pilar la interceptó.
- Constanza Galeano.-Ella la miró- No conozco ningún Galeano. La verdad, si alguna de mis amigas se apellida así, seguramente se casó bien y se lo cambió por el del marido para que no se note.
Aunque era su casa, Constanza no iba a quedarse callada.
-Noto que la sutileza no es una de sus escasas virtudes.
-No… Soy bastante frontal. Cuando Germán me hablaba de vos no pensé que me traería una sirvientita, pero ya ves. Alguien tiene que lavar los platos.
Constanza le dedico una sonrisa.
-Por supuesto señora, hay quienes nacemos para lavar platos y hay quienes, como usted, nacen infelices e intentan transmitir su miseria a gente que no le interesa en lo mas mínimo.
Cuando Doña Pilar estaba por retrucar, Constanza estaba camino a la habitación a recoger sus cosas. Armó su bolso, y cuando estaba por irse, besó a Germán en los ojos y le dijo ‘me voy, cariño.’
Ese fue el último que se le atrevió, un par de meses antes.
Luego la siguió y ella, por toda explicación dijo:
-Ella es tu mamá, vida, las madres siempre saben lo que es mejor para sus hijos.
Y cuando él insistió, ella le ofreció su amistad incondicional
-Puede que cuando tenía dieciséis sí, pero ahora como que se me complica estar con alguien cuando la familia no me banca y mi novio tiene que desafiar la autoridad materna para verme, es como que se me complica el hecho de que si me llego a casar con vos, voy a tener una hermosa cara de culo en frente a mi en todas las reuniones. Sin embargo, no quiero perderte como amigo, porque como persona vos sos excelente.
Claves secretas:
mujeres superadas
jueves, 1 de julio de 2010
Permitido Opinar.-
Pocas veces me pasó, pero creo que es la peor de todas.
Hay alguien que me arranca la cabeza. Que me mata.
Que me quema absolutamente toda la capacidad mental cada vez que leo algo suyo.
No, no es un chico y no, no es que me guste.
LA ODIO.
Desde la primera vez que escuché su nombre, quién sabe cuando fue, la declaré oficialmente un dolor de cabeza, y mis amargos presagios se estan volviendo realidad, despacito, casi como sin querer.
Y las causas me vienen cercando, poderosas, invisibles,
y el azar se me viene enredando, coitidiano, invencible.
Yo no sé que hacer con ella,
yo no se que hacer conmigo,
yo no se que hacer si gana,
esta vez se lo tiene merecido.
Hay alguien que me arranca la cabeza. Que me mata.
Que me quema absolutamente toda la capacidad mental cada vez que leo algo suyo.
No, no es un chico y no, no es que me guste.
LA ODIO.
Desde la primera vez que escuché su nombre, quién sabe cuando fue, la declaré oficialmente un dolor de cabeza, y mis amargos presagios se estan volviendo realidad, despacito, casi como sin querer.
Y las causas me vienen cercando, poderosas, invisibles,
y el azar se me viene enredando, coitidiano, invencible.
Yo no sé que hacer con ella,
yo no se que hacer conmigo,
yo no se que hacer si gana,
esta vez se lo tiene merecido.
Claves secretas:
la mujer del otro lado del espejo,
mujeres superadas,
Yo; la que olvidaste
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