Te dejo, yo qué sé,
el fracaso más tierno,
la idea de no verte,
ese pequeño espejo
donde te amé durante
tanto tanto tiempo,
tanto tanto tanto tiempo.
Te dejo la palabra,
el vasito de vino,
esos pasos cansados,
el saberte conmigo,
el morir y vivir
encogida en tus besos,
encogidita en tus besos.
Vendrá la vida a vernos
en el mes del olvido
cuando tiene la tarde
el color del domingo
y sabe la nostalgia
a cuaderno y colegio,
a cuaderno y colegio.
Soy dueña de tus labios,
dueña de tus reproches
y de tus regañinas,
de tu tos por la noche
y de esa palabra
que huele a pan y a tarde,
que huele a pan y a tarde.
Te dejo todo eso
sin que nadie lo sepa.
Donde salvar la vida
efímera y pequeña,
un lugar de esperanza,
aquel dulce refugio
en que han de convertir el mundo.
Así que aquí te dejo cuando abandono tus brazos la promesa solemne de volver a tu lado
aunque esta noche el mundo me hunda y me desarme, me hunda y me desarme.
Así que aquí te dejo cuando abandono tus brazos la promesa solemne de volver a tu lado
aunque esta noche el mundo me hunda y me desarme, me hunda y me desarme.
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