Mercedes de veintisiete años se despierta y mira hacia su izquierda para verlo, como todos los días, durmiendo a su lado. Sos hermoso, piensa. Le da un beso en la mejilla, se levanta de la cama y va a preparar café y tostadas.
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Mi futuro es una de las cosas que más me asusta desde que tengo uso de razón. Cuando era chica quería ser escritora, no modelo, no cantante. Queria que mis libros llenaran la biblioteca de alguien, o fueran lectura de colectivo de corta o larga distancia, para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, y quería trabajar en una empresa grande, ser una referente importante en mi ámbito y tener aun tiempo para amar a mi familia y a mis amigos. Quería, además, que todo eso pasara en un país mejor.
Este futuro idílico solo podía funcionar cuando las cosas funcionaran bien en todos los niveles. Que tuvieramos un país con más integración social, con más empleo, con más acceso a las producciones culturales y artísticas, un país que permita que la cultura, que para mí es más importante que el pan muchas veces porque nos invita a pensar que hay cosas más alla de las cosas, sea un elemento primordial y un derecho de cada ser humano que viva en Argentina. Que aprenda lo que me gusta, que trabaje de lo que aprendí y que sea feliz con eso cada día de mi vida. Que elija amigos que ame. Que pase por alto los errores de mi familia y que ellos pasen por alto los míos para amarnos profundamente y, sobre todo, que encuentre una nueva familia con la cual construir nuestro futuro perfecto.
Cuando uno, dos o miles de esos niveles no están funcionando, y segun mi proyección no van a funcionar ni siquiera en el largo plazo, el futuro idílico como que se desmorona un toque. Y para una persona tan soñadora como yo, que un sueño se te desmorone es una forma de morir un poco. No quiero ni puedo admitir nada menos.
Y las cosas no están funcionando.
Antes tenía en claro que era lo que quería. Ahora estoy negociando.
Ahora, el que recibe el beso en la mejilla está borroso, difuso, el olor a café llega turbio a mis sentidos y el paisaje desde la ventana de esa habitacion en la que Mercedes de 27 años dormía no está definido realmente.
Puede que me levante y sea cualquier lugar del mundo, puede que me levante y no tenga a nadie a quien mirar, puede también que haya rejas, puede que esté a muchos pisos de las calles de Buenos Aires o puede que esté ahí nomás, mirando un barrio en la ciudad de Formosa; o puedo estar en un pueblo de cuatro casas en Catamarca, o en este mismo departamento en la ciudad de Rosario. O puede que esté muchos metros bajo tierra, escuchando sin escuchar, mirando sin ver a toda esa gente que un segundo en el día se acuerda del sonido de mi risa o le da nostalgia y vuelve a buscarme entre las páginas antíguas de este blog.
Pensar en el futuro era un ejercicio que me hacía feliz. Ayer escuché sobre el futuro y me dio un vuelco el estómago.
Yo ya no se donde voy a estar dentro de cinco años. Voy a tratar, esté donde esté, de ser feliz y de hacer felices a todos los que me rodean, como lo vengo haciendo desde hace 22 años y medio.
Pero
"¡Por favor! que el adiós no se alargue
me cansé de tanto esperar...
cuando el fuego crezca quiero estar allí."
me cansé de tanto esperar...
cuando el fuego crezca quiero estar allí."
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