domingo, 22 de agosto de 2010

Fragmento nuevo.


-Upside Down, así pusiste mi mundo.-

Etérea, así le hubiera gustado ser. Sentirse todo el tiempo como se sentía cuando cerraba los ojos y al tacto y al oído esbozaba melodías en su violín. Le hubiera gustado ser menos mundana, menos vulnerable.
Esa tarde, que por fin tenía libre, había soltado El Trueno entre las Hojas, después de casi dos horas de tenerlo entre las manos, y se dirigía a la habitación de estudio para buscar el violín y las partituras cuando sonó el portero. Tres veces sonó.
Cambió el rumbo y preguntó quién estaba del otro lado.
-Joaquín,-respondió él.- y tengo sed.
Constanza hizo un balance instantáneo entre si bajar o no, la voz que escuchó no era de un niño, pero aún así tenía sed, por lo que le respondió que espere, sacó una botella de la heladera, cerró la puerta de su casa por fuera y llamó al ascensor.
Joaquín tenía una mochila verde y negra, una expresión cansada, los ojos azules, una palidez de muerte y estaba a punto de descompensarse pero tenía una sonrisa de gratitud insuperable. Ella pasó a través de la puerta cancel con la botella en una mano y la llave en la otra.
Sonriendo, destapó y le entregó la botella de medio litro llena de agua, que él tomo de una sola vez.
Cuando por fin pudo hablar, le agradeció el gesto, y le contó el por qué del insólito pedido: Le contó que era español y venía directamente de Porto Alegre, que le habían robado la billetera en el parque independencia la tarde anterior y que estaba vagando sin rumbo desde las 10 de la mañana, hora del check in del hostal. Tenía sed de casi doce horas y no comía desde la noche.
La desconfianza natural que le suscitó al principio fue superada por el instinto y la ética que le había inculcado años antes en la Cruz Roja. Ella sabía perfectamente que lo que estaba por hacer era muy peligroso en una ciudad grande, que podía estar mintiendo, pero decidió seguir la corazonada que le decía que, por lo menos, no era un mal tipo. Lo invitó a pasar.
Mientras él le contaba sobre sus peripecias del día, comiendo casi desaforadamente los pancitos de queso de la panadería de la esquina, ella entraba y salía de la cocina, poniendo la mesa detrás de él.
Cuando sonó el timer del microondas, él se calló y la miró, inquisitivo.
-En este momento,-le dijo ella- lo que querrás es un plato de tallarines con salsa y no pancitos de queso, ¿no?
Sorprendido, le respondió -Muero por cualquier cosa que tengas y no se como podré agradecerte esto.
-Sentate y comé, aprovechá que esta vez me salieron ricos.- Dijo ella con una sonrisa, sentándose en otra de las sillas con una pierna doblada debajo de la otra.
-Llamar a tu portero- Le diría Joaquín tiempo después,- fue mi instinto de aventurero: En mi noble corazón sabía que había una princesa que necesitaba ser rescatada en esta torre.
Sin embargo, estaba muy lejos de ser un caballero: Detrás de los ojos azules escondía una mirada melancólica, una sed en el alma, y una sonrisa pura que se manifestaba en todo su rostro. Tenía el encanto típico que ostentan todos los españoles, un tono simpaticón, era muy hablador pero sabía escuchar, tenía modales poco comunes y una facilidad sorprendente para los chistes espontáneos. Le gustaba mirar fijo, hablar mucho, reír otro tanto.

2 comentarios:

  1. que preciosura! amo a los turistas! jaja. Y a Jack johnson tmb!

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  2. que preciosura! amo a los turistas! jaja. Y a Jack johnson tmb!

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