sábado, 19 de enero de 2013

Gente común.

En este corto tiempo de vida conoci personas de todos los tipos. Personas muy buenas, regulares, malas, muy malas. Caprichosas, tranquilas, obsesivas, controladoras, creativas, grasas, finas, ordinarias, elegantes, mediocres y sobresalientes. Personas inteligentes y tontas, interesantes y huecas. Pacifistas y confrontadoras. Cómodas y proactivas. En estos 22 años de vida no supe nunca como clasificarme entre esas categorías en las que yo coloco a la gente.
Calculo que catalogadora me sentaría perfecto.
Catalogo a la gente por sus gustos musicales y culinarios, por su elección (o no) de libros, por su control remoto, por su conocimiento o no de ciertas cuestiones que considero básicas, intermedias y avanzadas. Catalogo gente por sus creencias, por su respuesta ante un problema concreto, por su pragmatismo o su teoría. Catalogo a la gente por sus hábitos, sus gustos y consumo, su pertenencia o no al estereotipo que representan.
Pero lo que más me ayuda a catalogar mentalmente a la gente es su forma de hablar y los gestos que los acompañan. Las personas pueden lograr que me interese completamente o que quiera alejarme lo más rápido posible para que se termine el suplicio de escucharlas. Y las que logran que me interese profundamente por sus discursos tienen, más que modo de hablar, un mensaje concreto y sólido para comunicarme. son ellas mismas, ellas mismas son las que representan un mensaje, tienen algo en el corazón y no en la garganta que enriquece a los que sepan escuchar. Y ya he dicho que si hay algo en lo que soy buena es escuchando.
Me gusta la gente sincera, la admiro violenta e intensamente. Me gusta su determinación, su actitud, su pureza. Me gusta la resolución que tienen al caminar, con pasos sencillos pero firmes.

Me tocó encontrarme con gente muy fuerte que tenía esa característica (¿será que la busco?) que pudo hacerse un lugar entre las grietas del lugar que sea que tienen las personas dentro de mí. Es gente que me enseñó mucho, que hizo que me preocupe por entenderla (aunque facil, lo que se dice facil no es), y que aprenda a quererla.
Capaz que esa última es la parte más dificil.

Pero es la que más vale la pena.

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