lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Cómo hacer que todo lo que hagas sea un juego?

Lo pongo con nota y todo porque soy una nerd y estoy orgullosa de eso.
Este es mi Trabajo Práctico nº 14 del Taller de Redacción, Carrera de Comunicación Social, UNR.

¡Hermoso!
Sobresaliente (10)

Medio: Blog o medios digitales.
Audiencia: Chicos y chicas de más de 18 años que cursen estudios universitarios.

¿Cómo hacer que todo lo que hagas sea un juego?

Si tenés más de 18 años, seguro que hace años dejaste de jugar a las escondidas, y cuando vas caminando no se te ocurre que las líneas del piso son lava y no podés pisarlas. Vas caminando por la vida escuchando música, pensando en la facu, o simplemente con la mente en blanco, mecánicamente. Cuando te preparás la comida también es un proceso mecánico, igual cuando lees leés tus apuntes, inclusive cuando salís a bailar y a divertirte o cuando ves a tu novio o novia hay mucho de rutina y poco de novedad.

Nos contaron que eso es madurar, nos contaron que eso es sentar cabeza, que no se puede estar volando toda la vida y ¿sabés qué? No tienen razón. 
Por eso te quiero enseñar a ver todo lo que hacés como un juego para que no te aburras nunca más.

¿Qué vas a necesitar?: Una alarma espiritual para despertar a tu niño interior dormido, un par de ojos curiosos, un par de manos sensibles, un par de pies exploradores, un corazón mágico, una sonrisa sincera, un cerebro inquisitivo. ¿Dónde los encontrás, me decís? Ahí, ¡dentro de vos! Vos preocupate por despertar a tu niño interior y él te va a ayudar en la búsqueda de los materiales.
Ahora que ya los tenés, te voy a enseñar a usarlos.

Primero, tenés que olvidarte de todos los procesos mecánicos de tu vida: leer, resumir, marcar un número de teléfono, escribir un mensaje de texto, ordenar tu departamento, lavar los platos, ¡caminar!; y empezar todo de nuevo y todo distinto. Interesarte por todo, hasta lo más ínfimo y repensar como cómo hacés lo que hacés.

Después de ese olvido voluntario tenés que concentrarte en tus sentidos, los colores que captan tus ojos cuando mirás por la ventana de la facu, lo que sentís al subir por las escaleras, como actúan en vos cada uno de los acordes y armonías de tus músicas preferidas, por qué te gusta como te gusta la comida que prepara tu abuela y el perfume de la mañana, por ejemplo.

Y ahora, comenzar a mezclar las cosas, plantearte desafíos tontos (“termino de bañarme antes que termine este tema”), cambiar de perfume para cambiar un poco y cambiar de ruta para ir a la facu.
Evitar la rutina conscientemente, en otras palabras. Y hablando de rutina, otra cosa que podés tomarte como un juego es tu relación amorosa. No me malinterpretes, no estoy diciéndote que no te la tomes en serio, sino que te permitas querer a la otra persona de manera menos normativa y más lúdica: Hace tres años que estaás con él o con ella y me vas a decir que no hay cosas nuevas para cambiar, yo te digo que sí. Los detalles son la base fundamental de la vida y no quiero ser escritora de Cosmopólitan, pero te cuento mi fórmula porque hasta ahora funciona. Una carta en vez del chat, un dibujo, una cosita, una canción dedicada, una llamada en vez de un mensaje, un abrazo cálido en vez de un pico frío para saludarse. Permitite jugar a que son noviecitos en vez de tener una relación, permitite jugar a explorar nuevos mundos en vez de caminar, jugar al cheff en vez de cocinar, jugar a ser grande yendo a la facu, a aprender cosas importantes en vez de ir a aburrirte en clase.

Cambiar la forma de ver las cosas, creo que esa es la base del juego eterno. Y siempre con una sonrisa, que ya lo decía el Doctor Ariel, “una sonrisa es la mitad de nuestro trabajo.”

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