Del verano admiraba el azul del cielo,
Y que a la noche tenía despejado el camino,
Mientras las juntaba una a una silbando sereno
No imaginó nunca trabajo más digno.
En función del tamaño las juzgaba pequeñas,
Medianas, grandes y aun aquellas
Que no fueran perfectas y retorcidas,
Así las amaba el recolector de estrellas.
Subía al cielo a reemplazarlas,
Y se quedaba cuidando de las enfermas,
Hasta que sanaran completamente
Y él tornara al cielo a devolverlas.
Las limpiaba a veces con rayos de luna,
Las tocaba cauto ante tal fragilidad,
Les cantaba siempre alguna canción de cuna
Hasta que durmieran en la inmensidad.
Y así cada noche, eterno y discreto
Recogiendo estrellas por todo el camino,
Mientras con ellas jugaba sereno
No imaginó nunca trabajo más digno.
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