jueves, 8 de abril de 2010

Acá estamos, al borde del precipicio.

-Tengo miedo,-le confesé, agobiada por el vértigo sin haber siquiera mirado hacia abajo. -¿Me agarrás de la mano?
-Por supuesto mi amor- me respondió- pero ¿estás segura?
-Tanto como de que te amo.

Abajo, las olas crepitaban contra las piedras, en un eterno vaivén bucólico y enfermizo, la espuma del mar escondía sus fauces, arriba el infinito cielo, abajo, el destino irrenunciable.
Tomamos aire a un tiempo y mientras inhalaba, todos mis sentidos trataron de captar la mayor cantidad de sensaciones posible: la suavidad y calidez de su piel, el aroma de amor, locura y muerte que manaba de su cuello y de sus poros, la inestable melodía de su respiracion agitada y el gozo de una tarde radiante contrastado con sus ojos profundos y oscuros.
-No tenes que hacer esto conmigo si no querés- le repetí.
-No, llegué hasta acá y voy a seguirte hasta el congo belga si es necesario.
Lo miré despaciosamente intentando encontrar algun atisbo de mentira en la sentencia que acababa de pronunciar. Quise creer que no la había.
Solté su mano y retrocedí unos pasos, mirando al horizonte. Unos pasos mas adelante, y al borde del abismo, preguntó:
-¿Te estas arrepintiendo justo ahora que mi decision está tomada?
-Vení,- le dije- vayamos para atras.
Cuando se acercó, lo volvi a tomar de la mano y establecí:
-A la cuenta de tres.
-No,- me corrigió- al grito de "yo también te amo."

***

Hoy hace tres años que tomamos carrera al grito de yo también te amo y saltamos al vacío. Al destino ineludible, dulcemente esperado, largamente soñado.

***

-Es la sensación mas maravillosa de mi vida- le conté, mientras caíamos. -Y ni siquiera puedo relacionar mi peso con los nueve coma ocho metros sobre segundo al cuadrado para determinar cuanto tiempo me queda para disfrutarla.
El sonreía absorto, sin soltar mi mano.
-No quiero morir,-me dijo, y recién ahi fue cuando me di cuenta de que ambos estabamos empapados en lágrimas.
-No vamos a morir. Porque ahora quiero caer mas despacio.
-Traje un par de alas.
-Traje mis brazos para aferrarme a vos y a todo lo que decidas.
Fue el aterrizaje mas dulce de mi vida.
A la mañana siguiente, amanecí con una sonrisa en los labios y la seguridad de que todos mis miedos se habían ido a parar al abismo y nosotros, sobrevolando el cielo en una eterna tardecita de primavera.

Que este vuelo, que empezamos tres años atrás, no termine nunca. Porque nunca se van a terminar las alegrías si sigo volando a tu lado.

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