Se extasió con el aire que respiraba
ajeno a la lluvia que lo empapaba.
Había empezado a correr, no sabía como,
había empezado a gritar truenos de algún modo,
necesitaba todo lo que pudiera para hacerle frente al viento,
comenzaba a descubrir como terminar este sufrimiento.
Y amaneció esa noche, bordado en luna,
afianzó los brazos bajo el capote entumecidos,
salio a la calle con dos perlas rodando por sus mejillas
y la voz tan ronca que ocupaba las esquinas.
Comenzó a gritar, nadie sabe como,
cosas que carecían de sentido, aparentemente,
pero cada uno sabía, sabía la gente,
que todos tenían las mismas ganas de gritar instintivamente,
las cosas salieron mal, dijo uno,
a este lo agarran sin preguntar,
dudo que alguien sin alma lo vea
y lo pueda tolerar.
Pero él seguía entre luces, nada lo detenía,
dos cristales de luna rodaban por sus mejillas,
él seguía gritando su discurso incoherente,
su corazón sabía decir y decía lo que se siente,
cuando la lluvia fue tanta, que confundía su llanto,
cuando la angustia cedía gracias al mismo canto,
cuando entendió que la vida no carece de sentido,
cuando estar solo o con ella comenzó a no dar lo mismo,
entendió que las flores no estaban ahí sin motivo,
y que los corazones que no cantan se mueren de frío,
grito alegremente, alzó su voz con brío,
y dijo a los cuatro vientos
Quién me amará, Dios Mío.
Admito que es pedorrisima, pero necesitaba postear algo.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dale, hablame, me vas a hacer muy feliz.