jueves, 21 de mayo de 2009

Epistola de invierno.

Amor de mi Herida:

Hace frío y justamente hoy se me ocurrió escribirte, seguramente por el consabido odio mio a las emociones los días de frío. Y así, de la nada, me surgió, caminando como estaba, a orillas de un lago, escribirte. Y como Pilar a orillas del río Piedra, ahí nomas saque esta libretita y comencé a esbozar los primeros trazos de esta carta. Sin todo el misticismo de la pobre Pilar, claro está. Bolígrafo azul en mano -nada de plumas o lapiceras sofisticadas que manchan papeles como si fueran lágrimas de tinta, y que, por si fuera poco, me manchan los dedos- y una hoja. Una simple hoja anillada a un block, que siempre llevo a mano por si me ocurren cosas como esta en lugares inesperados.
Estoy sentada mirando el lago, y te digo, a pesar del frío -y quizás gracias a él- es un paisaje maravilloso: Arboles, tranquilidad que se siente, agua cristalina y un frío que cala los huesos. En este preciso instante mis manos se están congelando, aunque no resisten la tentación de escribirte por lo menos una línea mas, y es por esa razón por la que yo sigo escribiendo. Sin que mi voluntad actúe, mis manos siguen escribiendo el dictado de mi corazón.
¿Te acordás de aquella tarde en que me abrazaste porque hacía demasiado frío y yo, con mi sana costumbre de no abrigarme, estaba con una solera rosada? No tengo idea de donde pudo haber quedado, pero esté donde esté, estoy segura de que te recuerda. A esa remera jamás se le salió tu aroma. Jamás. Nunca me puse a pensar por qué. Pero me encantaría encontrarla ahora y ver que el misterio de tu perfume no se desvaneció. Valdría la pena.





El frío que intentaba maltratarla comenzó a ceder ante el calor que comenzaba a invadirla. No supo que decir, y, por enésima vez estuvo a punto de arrugar el papel. Pero continuó.





No se muy bien por qué te escribo. me dejé guiar por un impulso, supongo. Pero esta vez voy a tratar de que llegue a destino. No, no, esta vez es en serio. Me cansé de las emociones en invierno.
Nunca mas tuya.



Y sonriendo, dejo un esbozo de sus labios con rouge marcados en el papel.



Y cuando estuvo segura de que nadie la podía ver, dejó la carta en manos del viento gélido que otra vez trataba de herirla.

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